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Fiel a la cita, como cada año, con una nueva celebración del Festival de Cine Fantástico en Sitges, acudí como siempre a este encantador pueblo, cuna de nuevas tendencias, donde los grupos culturales,  más inverosímiles se juntan año tras año, para celebrar lo que viene siendo un clásico en Cataluña desde hace cinco décadas.

Este año, el homenaje iba dirigido a Drácula y su protagonismo en centenares de largometrajes, dedicados a los vampiros, que con el paso del tiempo, se ha ido transformando en un mundo ambiguo, sin apenas rozar el terror que nos causaba en el pasado,  para convertirse en dramas románticos, para adolescentes. Los tiempos cambian y el público apenas cae en la cuenta de la baja calidad, que los argumentos han ido adquiriendo, para crear nuevas películas. Encontrar una buena cinta, se convierte en casi un hito para los cinéfilos y el terror, aunque pasa por tiempos difíciles, siempre será el punto de partida, para este evento anual, cargado de sorpresas y estrellas desfilando por alfombras rojas, llegando desde todas las partes del planeta, en lujosos coches, para dar a conocer sus últimos trabajos.

No debemos olvidar que no sólo es una fiesta para los amantes del género, sino que también es un concurso, dictaminado por unos jueces y el ganador, se llevará un suculento sello en su portada, para que en su estreno, lleve esa garantía de calidad, que muchos ansían, ya que Sitges, a parte de acoger cientos de films, da credibilidad al único evento dedicado al género del terror en todo el mundo.

Sus calles soldadas, al Mar Mediterráneo, dan un escenario perfecto para los que busquen perderse durante quince días entre sus desfiles de zombis y sus esporádicas tiendas dedicadas a un “merchandising”, difícil de encontrar en otros lugares. Sus lujosos restaurantes se combinan a la perfección, con las típicas tabernas que andan abiertas a un fiel público, desde hace 70 años. Su leal clientela gay, es símbolo inequívoco, que Sitges, sigue siendo la meca en Europa para los más apasionados y desenfrenados festivales. Las pequeñas discotecas y los minúsculos bares de ambiente, siempre están a rebosar. Atrás puede quedar el verano para muchos puntos que viven de las playas al resguardo del calor, pero si hablamos de Sitges, la cosa cambia. Durante todas las estaciones del año el pueblo hierve de vida y su famosa calle del Pecado, sigue y seguirá siendo el punto neurálgico donde todo empieza y acaba.

Azotados por la grave crisis nacional, la política no tiene cabida en estos días. La celebración es continua. Aquí las versiones originales se subtitulan en ambos idiomas: catalán y español, compartiendo una pantalla sin discrepancias por parte del público. Los últimos acontecimientos hacen prever, que vienen tiempos difíciles, donde Cataluña y el resto del estado, están destinados a no entenderse. Tensado el hilo, a punto de romperse, nadie sabe lo que pasará en un futuro muy próximo. Las preocupaciones de la población no pueden evitarse escondiendo la cabeza. La polémica, está en cada periódico, en cada una de las redes sociales que existen y sólo un diálogo por parte de nuestros nefastos políticos pondrán algo de sentido común a una situación insostenible.

Ni mucho menos voy a entrar a decantarme por ningún bando. Atrás quedaron mis días, donde mis ideales podían con mi objetividad, acabando harto de tanta farsa y tanto fanatismo por ambos bandos.

Este fin de semana, durante unas horas, desconecté de todo lo ocurrido y lo que falta por llegar. Un Festival como el de Sitges, no sólo es capaz de unir Cataluña con España, sino que acaba fundiendo a todas las naciones del mundo, para que los perjudicados, la población, que menudo ni se tiene en cuenta, disfruten desde las obras maestras cinematográficas, a los más alocados y sinsentido largometrajes jamás vistos. Eso caracteriza a Sitges. Todo tiene cabida en este precioso pueblo, donde nada queda fuera por ser juzgado, donde la admisión es libre y sólo nuestros propios límites marcarán hasta dónde queremos llegar.

En esta ocasión y como viene siendo típico en mí, la caza de famosos la hice en el archiconocido Meliá Hotel. Actores, productores y directores dan buena cuenta de innumerables actos públicos, donde la prensa comparte momentos entre buenas botellas de cava y exquisitos canapés. Mi víctima más notable, fue el grande y único Alex de la Iglesia. Hipnotizado por su pequeña hija, dudé durante unos instantes si acercarme a él. Fiel a sus trabajos desde hace décadas, no perdí la oportunidad de presentarme. Su escueto diálogo y su ácido humor, no dejaban dudas de que era el inimitable y perverso director. Sus películas cuentan con un aluvión de seguidores en todo el estado. Sus obras más conocidas, como: La comunidad o El día de la Bestia, quedarán siempre en el patrimonio nacional del cine español.

Pero aquí no acababa todo. Si es la primera vez que venís, debéis caminar durante el día y la noche. Tan imprescindibles como diferentes, el día ofrece al visitante,  la belleza insuperable de esta villa, con las olas azotando las rocosas paredes y dando un trasfondo único e incomparable. Las blancas y pulcras casitas pesqueras, andan compitiendo con los nuevos edificios, sin llegar a las manos. Sus iglesias, sus terrazas, sus pequeñas y liberales calitas y un puerto pesquero frecuentado por la jet set, hacen de Sitges un lugar único para celebrar decenas de eventos anuales. La noche sin embargo, transforma todo lo que el Sol nos dejaba contemplar. Al sonido del mar ajetreando el patio, le sustituye un leve sonido salido de las entrañas de las decenas de discotecas. Las voces se oyen más de noche y los transeúntes, acaban por coger protagonismo, en sus largos paseos, mientras las estrellas caen sobre el pueblo catalán.

Una vez más y con éste ya son tres artículos que he escrito durante los dos años que lleva nuestro proyecto abierto, no he podido resistirme y me he visto en la obligación de escribir sobre Sitges, para que nuestros viajeros no se lo piensen y acaben viniendo. Estamos seguros que os gustará y acabará anclándose a vuestro corazón, porque Sitges no tiene trucos, aunque sí muchos secretos y uno de ellos,  es mostrase tal cual, sin máscaras ni tapujos.

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