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Eran las doce y media de la madrugada cuando el vuelo de Air Asia DN777, proveniente de Kuala Lumpur, aterrizaba en tierra Iraní.

Si bien mi cuerpo sentía la fatiga provocada por los últimos días de constante movimiento entre ciudades y aeropuertos; el estado de «alerta femenino» hace que en determinadas situaciones, como por ejemplo tomar un taxi a altas horas de la noche (en un país nuevo y nunca explorado), no sienta ese cansancio y se activen todos mis sentidos.

Nunca me gustó demasiado la idea de subirme sola a un auto conducido por un desconocido del sexo opuesto. La sensación de no tener el control de la situación me provoca bastante inseguridad.

Sé que pensarás «qué exagerada, si sólo es un viaje en taxi»… pero la realidad de nuestros días nos obliga a nosotras mujeres, a tomar en consideración y a analizar muchos factores que jamás siquiera se cruzarían por la mente del género masculino.

Un iraní de unos treinta años y una viajera occidental recién llegada. A altas horas de la madrugada, solos, dentro de un coche en uno de los países del por algunas potencias denominado «eje del mal»…

Tras obtener el visado on arrival (el proceso demoró una hora y media aproximadamente y fue muy sencillo) me encontré con Morteza, quien me esperaba en el hall de llegadas del Aeropuerto Internacional Imán Komeni.

Luego de cambiar un poco de dinero (sólo se puede comprar moneda iraní dentro del país), e intentar comprar una tarjeta SIM para mi teléfono móvil -desafortunadamente el sistema no funcionaba-, nos dirigimos hacia su automóvil, un modelo color marrón caqui, bastante viejo y polvoriento.

Este es el cuadro que imaginaron muchos a los que le conté que visitaría Irán, el cual está cargado de pinceladas de peligro y extrema desconfianza.

Sin embargo, la historia fue totalmente distinta.

El estado de alerta en el que estaba inmerso mi cuerpo al bajar del avión fue disminuyendo con el correr de viaje. Hasta terminar riendo, sacándome fotos e incluso pidiéndole​ consejos a quien me buscó en el aeropuerto y me llevó hasta el hostal que había reservado.

El estar viajando sola hace que ese desafío sea todavía mayor. Y el hecho de hacerlo dentro de territorios en los cuales los derechos de nuestro género no están equiparados al del masculino ni les cuento.

¿Paradójico? Llamemoslo así, pero ni bien puse un pie en el territorio de lo que fue la antigua Persia me sentí más segura que en cualquier otro lugar en el que haya estado anteriormente.

Ser mujer en el siglo XXI constituye un desafío constante.

Pasé mis dos primeras noches en Tehran hospedándome en un hostel ubicado en el centro de la ciudad, donde pude conocer a otros viajeros foráneos que iniciaban/finalizaban su recorrido por Irán. Si bien la estancia fue placentera, mi objetivo en el país era otro.

Rodearme de locales para empaparme de sus costumbres, aprender más sobre su historia y experimentar la mundialmente conocida hospitalidad persa era la finalidad y propósito de mi viaje alrededor del país, y couchsurfing fue el medio elegido para lograrlo.

© Giannina Cersósimo

Para quiénes no conocen el sitio, couchsurfing es una plataforma web internacional, donde personas de distintos países ofrecen sus casas a fin de que viajeros se hospeden en ellas de manera totalmente gratuita. También es posible encontrarse a tomar algo o recorrer la ciudad con el anfitrión.

Dentro de los diversos filtros que permite utilizar el sitio para elegir anfitriones se encuentra el género.

Hombre o mujer ¿Con quién tendría una mejor experiencia?

Siendo franca, lo primero que analizo siempre son las revisiones y comentarios que dejan otros viajeros que fueron hospedados previamente…

Y en el caso de Yazd, quien llevaba las de ganar representaba al sexo opuesto.

La escena de compartir un viaje en automóvil a la madrugada con un hombre iraní había mutado a convivir con otro bajo el mismo techo. Un nuevo desafío tocaba mi puerta.

Debo admitir que haberme hospedado con Ramin fue una de las experiencias más enriquecedoras e inolvidables de mi paso por el país.

Adopté a su familia como la mía (y creo ellos también me adoptaron). Compartimos desde las charlas más banales hasta los tópicos más profundos. Doy fé que han hecho todo y más para que me sintiera cómoda y feliz.

En tanto que en Esfahan, Parak -una traductora de inglés de veinticinco años- sus padres y su hermano también dejaron una huella imborrable en mí.

© Giannina Cersósimo

Cómo olvidar el amor con el que cada comida fue preparada y servida. Cada té, cada plato de fruta esperándome cuando regresaba a la casa muerta de calor y cansada de tanto caminar.

No sólo las familias que me hospedaron, sino la mayoría de iraníes que conocí me ayudaron a romper con algunos prejuicios que cargaba previamente. De eso también se trata viajar.

© Giannina Cersósimo

Ver como una nación tan rica en lo que respecta a historia, cultura, paisajes, gastronomía y sobretodo al factor humano, es demonizada constantemente por medios de comunicación me duele y ahora más que antes.

En mi paso por Irán fui testigo de los incansables esfuerzos que hacen los iraníes por limpiar la imagen del país, de hacernos confiar en la seguridad, en las bondades que esa tierra ofrece y sobretodo en ellos mismos.

Dejé de lado preconceptos, me animé a vivir una aventura única y principalmente confíe. Ahora espero que tú también lo hagas.