Fronterizo entre cinco países y alejado de cualquier paso hacia el mar, encontramos al pueblo Boliviano. Los cuatro idiomas oficiales de Bolivia son el español, que lo habla el 70 por ciento de la población, el aimara, el quechua y el tupi guaraní. Otros dialectos se dividen en diferentes grupos étnicos situados a lo largo y ancho del país. Su rica cultura no sólo se muestra mediante la diversificación de lenguas, sino que la religión es un acto constante en las vidas cuotidianas de los lugareños. El cristianismo predomina claramente en todo el país, encontrando iglesias y catedrales relativamente modernas con colores pastel, para un europeo acostumbrado a ver sus milenarios conventos. El cristianismo en algunos lugares, es mezclado con las antiguas creencias Incas, haciendo un interesante cóctel religioso no visto en ningún lugar del planeta. Bolivia queda fuera de cualquier país explotado del turismo. Se mantiene fiel a sus creencias y costumbres desde que fue conquistada por españoles. Sus ropajes en contra de lo que la gente pueda creer, son originarios de sus crueles colonizadores, para poder distinguir a los nativos, que acostumbraban a imitar las vestimentas más modernas venidas del viejo mundo.
Bajo la visera de los graciosos sombreros, descubrimos la tímida mirada de un pueblo que lo da todo por ayudar al viajero, preocupado por agradar y desconfiando hasta el último instante de tus intenciones. Perú fue magia en mi anterior viaje por que me empapé de un lugar casi místico. Pero después de andar de sur a norte por Bolivia, podría asegurar que la sensación de aislamiento con el resto de América es mucho más acentuada, dando como resultado a una nación arraigada y orgullosa a sus ancestrales hábitos.