Laos era un objetivo muy claro en mi ruta por el sureste asiático. Desde Hanoi (Vietnam), hasta Luang Prabang, todo se convirtió en una serie de desdichas. Consciente de que ir hasta Laos en autobús por aquellas carreteras era de locos, sabía que algo positivo sacaría. Las distancias en según qué países asiáticos son superfluas. Nada tiene que ver el cálculo de kilómetros. Sencillamente debes preguntar cuánto se tarda y a eso le sumas unas cuantas horas de más. Malasia o Vietnam tienen mejores vías de conexión. Incluso Birmania en ciertos tramos me sorprendió que los colectivos andarán toda la noche sin parar. Pero lo de Laos, no tiene nombre.
Como contaba en un artículo anterior, la carretera quedó engullida por la montaña debido a unas lluvias torrenciales, por lo visto muy típicas en el país, porque nadie, absolutamente nadie, pese a las horas que pasamos parados en tierra sin nombre, dijo nada. No hubo nervios, alteraciones del orden o gente estresada por llegar a destiempo al lugar que fuera. Los laosianos se montaban sus carpas y allí quedaban a merced de un reloj inexistente, con una baraja de cartas como recurso válido para matar o mejor dicho, adormilar las horas.
Empecé a entender el gran significado de la calma laosiana, tan famosa entre los viajeros y poco frecuente en nuestros países. Pasadas las dos de la mañana al cabo de un día y medio de viaje, llegué. Era pronto para valorar el lugar oculto a mis ojos por el cansancio, el sueño y la noche cerrada dándome una sigilosa bienvenida.
El objetivo principal y eje de toda mi visita por Laos era mi estancia en Luang Prabang. Considerada por muchos como la Joya de Asia, su belleza es magnética. No valen los peros. Encontraría algo ilógico ir al país y pasar por alto, esta parada en nuestra ruta. Su situación estratégica, conectada con China y Tailandia, hacen que la ciudad no muera en una única vía dedicada al turismo, sino que comercialmente es un punto importante de conexión por vía terrestre. Esto se traduce en que la magnífica villa, conserva su punto dulce alejado de las máscaras y disfraces que tanto empeño utilizan en algunos lugares de nuestro planeta, en restringir la realidad para ofrecer sólo La cara postiza y amable al visitante. Tan sólo harán falta unas cuadras a pie, para alejarnos del centro y ver como Luang Prabang se desnuda sin pudor alguno.
QUE OFRECE LUANG PRABANG
Situada a 700 metros de altura sobre el nivel del mar, con frescas noches, declarada Patrimonio Mundial por la Unesco, cuesta pensar que este lugar decepcione. Pese a ser el lugar más turístico del país, su toque de queda pasadas las 23.00 horas, se cumple al dedillo y el pueblo queda sumergido en un denso silencio. Depende de dónde vengamos, las percepciones variarán. Yo habiendo estado en Birmania y Vietnam, recibí con alegría la hospitalidad, la tranquilidad y unos días de descanso llevaban tocando a mi puerta desde hacía tiempo. Llevaba un ritmo muy fuerte desde que salí en mi aventura por el sureste asiático, Luang Prabang destila colores. Verdes frondosos selváticos mezclados con ríos amarronados y caudalosos, perfumes intensos ya sea por su flora o por los inciensos consumiéndose bajo una petición de algún feligrés, los bailes suaves de las túnicas de un anaranjado subido de tono, paseos entre monjes y novicios más tímidos de lo esperado, templos dorados y cuidados con esmero, buenos restaurantes, servicios ilimitados para realizar visitas a los alrededores y un estupendo mercado nocturno cargado de productos textiles, donde los compradores más compulsivos quedarán satisfechos.
¿No crees que sólo esto serviría para ir a ver este rincón en el norte de Laos? Pues hay más, mucho más.
Una visita diurna nos pondrá en situación ¿Dónde estamos? y ¿Qué podemos hacer?. La verdad es que Luang Prabang es fácil cogerla por la mano. El punto de referencia siempre deberá ser la afluencia entre los ríos Mekong y Nam Khan. Si circulamos en motocicleta, la cuña que hace el curso del río, nos devolverá de nuevo al centro, no pudiendo perder nunca de este modo la orientación a menudo afectada por el Jet Lag o el cansancio de viajar durante mucho tiempo.
QUE VER, QUE HACER
Sería ilógico hacer esta parada de paso. Luang Prabang es tan apetitosa que dejarnos llevar por el relajado ritmo de vida, forma parte de qué hacer. Un simple paseo por la calle principal, donde el mercado nocturno es montado diariamente, debe ir poniéndole ojos a una ruta al principio planificada, pero como comprobaremos, acabará por convertirse en un paseo sin rumbo y conectándonos inevitablemente al lugar.
Pero seamos objetivos y pongamos qué no debes perderte o al menos lo que yo decidí visitar y hacer:
Royal Palace Museum (Ho Kham). Buen punto de partida si queremos empezar con lo más turístico. Este museo de construcción laosiana y francesa, nos pone sobre los raíles para ir directos a la historia local. Con una entrada de apenas 4 dólares, veremos objetos religiosos de la realeza. Muchas de las habitaciones, siguen intactas después del exilio que sufrieron los soberanos.
Wat Xieng Thong. Uno de los “wats” más venerados y magníficos de la ciudad. Con un coste de apenas 1 dólar, pasearemos por los típicos y casi abolidos templos con corte clásico, sin corrupciones foráneas colonizadoras.
Phu si. 100 metros de altura, en una ladera, con unos recientes templos construidos. De apenas 2 dólares la entrada, podemos subir y tener Luang Prabang a nuestros pies. Del mismo estilo que la colina de Mandalay pero menos espectacular, debemos visitarlo.
Alquilar motocicleta. No está “en teoría”, autorizado legalmente para los turistas sin un carnet de conducir internacional, pero en ningún lugar te pondrán pegas. Recorrer las carreteras a las afueras, planificar una excursión de una jornada, no debería ser algo que pasar por alto. Podéis tener problemas con la policía como yo. Un soborno de 5 dólares fue suficiente para que el “transparente” cuerpo policial dejara que prosiguiera mi camino. El alquiler varía, pero suele costar unos 6 dólares diarios. Olvidaos de seguros y pedid cascos. Atentos a los accidentes, que todo será responsabilidad del extranjero.
Ban Xang Khong. Bonito pueblo situado a unos tres kilómetros de Luang Prabang. Podremos encontrar varios talleres textiles, tan de moda en los países asiáticos. Como sucediera por mi paso en Lago Inle (Birmania), es posible ver cómo elaboran y confeccionan las telas. Un agradable paseo de una hora nos dejará a las puertas de este encantador lugar.
Ban Phanom y la tumba de Mouhot. A seis kilómetros podemos optar por visitar este pueblo si decidimos no hacer el anteriormente mencionado. Entre sus tejedores, buenos precios y cerca del río, podemos visitar la tumba del explorador francés Hernri Mouhot. Aconsejo que todo lo hagáis en motocicleta. La bicicleta durante el día, si el calor aprieta, estaréis en un apuro.
*Hay infinidad de templos para visitar. Muchos de ellos en total abandono, otros originalmente restaurados. Tiremos por donde tiremos, iremos encontrando sin un mapa en mano, lugares que nos dirán desde el exterior si merece la pena hacer la intentona de indagar en su interior. Habrá que andar con mucho cuidado. La ciudad parece al principio que no diga gran cosa, más aún si llevamos mucho tiempo viajando, pero es de los lugares que ahora después de echar la vista atrás guardo con más cariño.
CONCLUSIÓN
Mi visita por Laos quedó muy mermada por falta de tiempo. Desde que inauguré mi ruta por Asia, Laos quedaba como una prioridad. Las cosas siempre yendo por libre, suelen demorarse y los fallos cometidos, son ajenos a nuestros deseos. Tan sólo estuve en cuatro lugares, dejando anotado en la libreta de futuros proyectos, regresar y conocer más a fondo a sus gentes, sus paisajes y costumbres.
La sensación de Luang Prabang fue como sucede en muchas ocasiones, de “efecto retroceso”. No lo valoré tanto “in situ”, pero acabé sucumbiendo a sus encantos indiscutibles, cuando eché la vista atrás estando ya en Tailandia, preparando mi regreso a España.
Puede que Laos necesite más tiempo del que dedican muchos turistas. Creo que si no lo conseguimos, nos llevaremos quizás una impresión muy equivocada, de un país que abrió sus puertas al turismo hace apenas 25 años. Por mucho que hayan corrido los calmados laosianos, creo que el 95 por ciento del país conserva a la perfección, sus costumbres, mezcladas con la huella francesa colonizadora.
Corramos antes de que todo cambie y dejemos al país sucumbiendo al turismo en masas, que sabe muy bien, que el sureste asiático, es de los mejores destinos del mundo.
Descubre más sobre mi viaje a Laos
¿Quieres seguirme por mis viajes a Asia?